miércoles, 27 de junio de 2018

Cadena de Sonetos de Parejas



Soneto uno

Te digo, "maridito", que nos toca
ponernos, de una vez, a hacer limpieza.
No escupas improperios por la boca
ni finjas más dolores de cabeza.
 
Agarra la fregona y el cepillo,
hay mierda hasta en el agua de los gatos,
y doma las pelusas del pasillo,
que se han hecho una cama en tus zapatos.
 
El baño necesita un plan urgente
con un buen estropajo y detergente,
pues solo lo usaré cuando lo hagas.
 
Y deja de pulir los ventanales,
les sacas solo brillo a los cristales...
¿No ves que la vecina está sin bragas?
 


 
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Soneto dos

 

¿No ves que la vecina está sin bragas
y me tiene bastante distraído?
Si quieres busca ayuda, y luego pagas,
que yo ya estoy cansado y aburrido.

Me la paso limpiando día y noche
pero nunca he logrado complacerte,
no recibo de ti sino el reproche
que me hace rabiar de solo verte.

Que el baño está cochino, ve a limpiarlo,
que hay que fregar los trastes de la cena
y he visto telarañas en el techo.

Yo ya no limpio más, voy a gritarlo,
no importa que me montes una escena
y niegues tus favores sobre el lecho.

Luis Salvador Trinidad

 

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Soneto tres

Te niego mis favores sobre el lecho,
pues eso a lo que tú llamas “favores”
requiere una pasión que inunde el pecho
y tú despiertas solo mis horrores.

Si limpias un espejo de la casa,
tal vez podrás mirarte fijamente
y ver la imagen de alguien que fracasa
en todo lo que intenta últimamente.


Allí tienes la puerta de salida;
los dos sabemos que esto ya no es vida.
No aguanto más reproches ni más broncas.

Y no olvides llevarte la basura,
hay tanta que te gana ya en altura.
Que te soporte otra mientras roncas.

 


 

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Soneto cuatro

 

¿Que te soporte otra mientras roncas,
te atreves a decir, mujer maldita?
Sabiendo lo que sé, hermafrodita,
te aguanté, cual imbécil, ¿y me abroncas?

Me parte tu maldad y me destroncas,
tan única te crees, cosmopolita,
que ya me pedirás la cucharita,
te habrás de conformar con las toloncas.

Quizás ellas te den lo que mereces
pariendo palomitas de maíz
con esas celulíticas caderas.

Qué injusta es esta vida muchas veces,
te casas para ser un infeliz
sufriendo como preso en las galeras.

 

Carlos Corredor Cámara

 

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Soneto cinco

 

¿Mas sufres como preso en las galeras?...
¡Mal rayo te fulmine cabezón!,
que quede tu esqueleto en un rincón
tan negro como pútridas maderas.

 

Tus palabras traspasan mis fronteras,
para eso sí que tienes un gran don,
enorme, cual ronquido de dragón.
¿Te atreves a insultar a mis caderas?...

 

Que sepas que las tengo sinuosas,
cadentes y redondas, ¡So bastardo!
Y debajo unas piernas de mareo,

 

Tu no puedes decir las mismas cosas,
eres retrato fiel de un oso pardo.
¡Haz tú las palomitas, fariseo!

 


 

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Soneto seis

 

¿Haz tú las palomitas, fariseo?
Anda, tonta, dejemos los insultos
que a los dos nos estorban tripa y bultos,
pero ya va tocándole al deseo.

 

Así que, corazón, llega el aleo,
fundir nuestros tesoros tan ocultos
actuando unos minutos como adultos
aunque luego volvamos al puteo.

 

Entre col y col, coño, una lechuga,
que, si no, no hay cojones quién te aguante,
deja ya que este macho man se exhiba,

 

cuando toque el trabajo, se apechuga,
¡yo te haré palomitas, so elefante!,
¡pero pon ya las piernas para arriba!

 

Juan Risueño Lorente

 

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Soneto siete

 

"Pero ya pon las piernas para arriba,
hazlo pronto, mi amor, que no me aguanto
-me decías anoche y, mientras tanto,
observé que el " impulso " se te iba-;

 

no comprendo por qué se me derriba,
ya verás como ahora la levanto;
si me entregas un poco de tu encanto
lograré que el temor se desinhiba".

 

No hubo nada, no quiso despertar;
ni masaje ni mimos; con la boca,
conseguir reanimarlo no logré.

 

Quedaste lamentando tu pesar,
pero yo, como estúpida yudoca,
con las patas arriba me quedé.

 

Claudia Beatriz

 

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Soneto ocho

 

"Con las patas arriba me quedé".
¡Vaya un gato! sin uñas y sin dientes,
van de entierro vecinos y parientes,
del tejado cayó, a lo que se ve.

 

El maullido ha quedado en un traspié
y en las ramas colgados los pendientes,
compungidos, llorosos y silentes,
otros toman galletas con el té.

 

Me perdone si pido la licencia
para no levantarme, estoy cansado,
de marchar por las calles del mercado,

 

me despida con garbo su excelencia
y disculpe si yo sigo acostado,
las gracias le daré por su paciencia.

 

Enrique Sabaté

 

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Soneto nueve

“¿Las gracias me darás por mi paciencia?”
Vaya morro que tienes, “maridazo”,
¿acaso te avergüenza el gatillazo
que desencadenó tu incontinencia?

No me vengas ahora con la urgencia
de quererlo arreglar y molar mazo,
porque eres tan zopenco, tan pelmazo
que mereces un plus de indiferencia.

Levántate del catre de una vez
y ponte a trabajar en la cocina.
Tu pereza es atávica, ¡pardiez!

Y deja de mirar a la vecina,
que no podrá curarte la sandez
que cualquiera, de lejos, te adivina.

 


 

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Soneto diez

 

“Que cualquiera de lejos te adivina”.
Hay mucho que decir, yo aquí me pienso,
tal vez puedas creer que soy un censo
y tenga sin embargo pie de encina.

Dureza en la madera para pina
y en cuanto a derechura ser propenso;
y me acompaña un tronco que es inmenso,
tanto, que un fuerte viento no lo inclina.

La vecina me tiene sin cuidado,
eres tú, por la cual siempre a tu lado
bebiendo de tu fuente yo estaría.


En mis sueños tu caño me exaspera
cuando veo correr esa reguera
que a tus cumbres las baña noche y día.

 

Manuel Mejía Sánchez-cambronero

 

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Soneto once

 

Que a tus cumbres las baña noche y día
fue la frase de amor que me dijiste,
un disfraz que guardaba cobardía,
aunque quiero creer que me quisiste.

 

Sería siempre reina en el hogar,
me darías la luna y las estrellas...
no pensé que el sufrir iba a la par,
ni en lavar tus calzones ni tus huellas.

 

Tirado en el sillón toda la tarde
rascándote el ombligo y la cabeza.
¡Ponte a fregar, inútil, los rincones!

 

Estoy harta de ti, mi humor ya arde;
por lo menos asea bien tu pieza.
¿Será que son así por ser varones?

 

Diana Santiago

 

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Soneto doce

 

¿Será que son así por ser varones?
¿es esa tu flamante conclusión?
encendamos mejor nuestras pasiones,
y entrégame mujer tu corazón.

Conquístame mejor con ese encanto
que tienes por debajo de la falda,
cambiemos en orgasmos nuestro llanto,
y encájame tus uñas en mi espalda.

No obstante si te gustan las peleas,
luchemos en la cama del deseo,
allí tu gemirás hasta que veas
que tienes en tu cárcel a este reo.

En la cama se aplacan las conciencias,
y se arreglan mejor las diferencias.

 


 

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Soneto trece

 

Y se arreglan mejor las diferencias
tú bien lejos, con tu hábito asqueroso...
vete pues, y consuma tus carencias
con las putas que gozan de tu acoso.

 

Ya no deseo oír de tus argucias
y tus tibias palabras seductoras
que desatan mi cólera , y ensucias
la albura de mis manos redentoras…


No te quiero a la noche aquí a mi lado
con tus manos oliendo a absenta y humo;
ni tu instinto de bestia, enajenado…
vete a dormir, que en penas me consumo!


Y recuerda, al salir cierra la puerta,
pues tu presencia abruma y desconcierta...

 


 

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Soneto catorce

 

Pues tu presencia abruma y desconcierta
impúdico truhán que desahogas
en bacanales cuanta inopia oferta
te ofrece el desatino en el que bogas

 

por mares de licor, tabaco y yerta
razón, con la que cómico interrogas
tu estatus de Don Juan, (esa desierta
y obtusa condición) con que prorrogas

 

tu apócrifa postura ante la vida.
Así que vete ya..., me tienes harta
y sin hallar consuelo a tanta herida.

 

No vuelvas a mi vera, y ni una carta
te atrevas a escribirme. Ve, y descuida,
que ya hallará tu mal quien lo comparta.

 

Carlos Hernández

 

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Soneto quince

 

El panal de la ternura

Que ya hallará tu mal quien lo comparta,
me gritas desde el fondo de tus celos,
ocultando tu furia tras los velos
de un victimismo gris que me reharta

Me voy, que de tu juego ya estoy harta,
dejando tus miserias por los suelos,
con el amanecer de mis desvelos
allí, donde el amor no se coharta.

Si de verdad me amaste un solo instante,
déjame despertar a un nuevo día
y no finjas tu llanto de amargura.

Y déjame partir cual ciego amante
cubierta con mi gris melancolía
en busca del panal de la ternura.

Mari Carmen Rodríguez Camargo

 

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Soneto dieciseis

 

En busca del panal de la ternura
he morado en los claustros de la umbría,
donde reinan las sombras todo el día
y del alba al ocaso es noche oscura.

 

He implorado al chamán de la herradura
que la luna ilumine tu poesía,
y se borren del alma, amiga mía,
las heridas que el tiempo no sutura.

 

Aunque un lluvioso día te enamores,
se hará en tu corazón la primavera
y anidarán en él los ruiseñores;

 

como un río de luz en torrentera
te calará el aroma de las flores,
como cala el amor por vez primera.

 


 

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Soneto diecisiete

 

Como cala el amor por vez primera,
con esa lluvia fúlgida y dorada…,
como se abre la rosa a la alborada
quisiera que el amor me renaciera.

 

Mas este corazón ya nada espera,
puesto que la ilusión quedó agostada
al negarle a mi sed, enamorada,
el manantial que antaño te fluyera.

 

Si ya no soy la llama de tu lumbre,
ni la flor ni la estrella de tu anhelo;
déjame que yo sola me acostumbre

 

a andar por este mar del desconsuelo…
Puede que en la negrura se vislumbre
un resquicio de luz en otro cielo. 

 


 

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Soneto dieciocho

 

Un resquicio de luz en otro cielo
con pinceles dorados de dulzura...
¿verdadera es acaso tal negrura?
¿nos depara el destino triste duelo?

 

Acusar lleva siempre al desconsuelo
hasta el filo brutal de la amargura,
como salas la llaga en su abertura,
como hieres mi ser con tu escalpelo...

 

¿Acaso no recuerdas -te lo ruego-
aquel beso primero en nuestros labios?
¿acaso no encendimos aquel fuego

 

con ansias de entregarnos sin sosiego?
¿por qué no siendo necios seamos sabios
volviendo a nuestro amor y a nuestro apego?

 


 

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Soneto diecinueve

 

¿Volviendo a nuestro amor y nuestro apego?,
¡ni loca, me recuerdas al demonio!,
diez años de un maldito matrimonio
no dejan más opción que un "hasta luego".

 

Jugaste a ser "machito", yo, me niego,
me sube la tensión y me endemonio.
¡Ya sé donde gastaste el patrimonio,
borracho, jugador y mujeriego!

 

Anda y ve que te lave los calzones
la "guay", la que se come los mariscos,
a ver si tanto amor como te tiene,

 

cuando se acaben "pasta" y atenciones
y amanezcas con vientos levantiscos,
a mirarte al careto se detiene.

 

Verso Prisionero

 

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Soneto veinte

 

A mirarte al careto se detiene
ese impulso que tengo todo el día
de beber de tu boca seca y fría
y un mal trago al estómago me viene.

 

Se le quitan las ganas a mi pene
cuando veo esa carne que fue mía,
y comienzo a añorar mi soltería.
Soy borracho, que nadie me condene,

 

pues sufro la condena del casado.
Porque tus rosas huelen a difunto,
¡me censuras por ser un mujeriego!

 

Te borré de mi vida y del listado,
muy cansado me tienes, y pregunto,
¿por qué a tu boca se le apago el fuego?

 


 

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Soneto veintiuno

 

"¿Por qué a tu boca se le apagó el fuego?"
-me preguntas- ¡Maldito renacuajo!
Tú que hueles a etílico y a ajo
y andas en cuatro patas, cual borrego.

 

De tus fluidos secos, yo reniego,
pues de nada te sirve el triste cuajo,
si siempre se mantiene cabizbajo
y no tiene, de antaño, el mismo fuego.

 

Mi rosa tiene olor a frescas rosas;
es tu naso el que está tan atorado,
con mugre, con partículas grasosas..

 

¡Vete, Ya, con mujeres "hacendosas"!
¡Yo me iré a buscar a mi abogado,
pues de mí, viejo flaco, te desposas!

 

Isa Terezano

 

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Soneto Veintidós

 

Pues de mí, vieja ruin, te desesposas,
llegado debe ser el gran momento
de, al fin, poder decirte lo que siento
a ver si así comprendes cuatro cosas.

 

Me voy, no con mujeres hacendosas,
como dices. Me voy a tomar viento:
Más limpio, a ser posible, que tu aliento.
Más libre que tu angustia y tus esposas.

 

Ese fuego que un día conociste
y pareces hoy día echar de menos
no se ha apagado solo, porque sí.

 

Se apagó, linda flor, porque pusiste
bromuro, por paliar mis desenfrenos,
en mi sopa, capullo de alhelí.

 


 

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Soneto veintitrés

 

En mi sopa, capullo de alhelí,
hay más calor que en tus odiosos brazos,
pues del amor no quedan ni retazos
y solamente el frío mora aquí.

 

¿Dónde marchó aquel hombre del que fui
cautiva entre sagrados verdes lazos?
¿Cuándo partió el cariño, y los rechazos
mataron la alegría en qué viví?

 

¿Por qué, mi amor, por qué surgió la duda
si fuimos uno solo, tú mi sombra,
y yo un brazo de mar sobre tu orilla?

 

Ahora, sin tu amor, estoy desnuda,
pero a ti ni te importa ni te asombra
la lágrima que surca mi mejilla.

 


 

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Soneto veinticuatro

 

La lágrima que surca mi mejilla
yo también la sufrí sin que lo veas,
que mejor la derramo en la buhardilla.
De ti no hay comprensión, solo cabreas.

 

Despierto con el sol de la mañana
y solo me motiva mi familia,
traer lo necesario a la semana,
o viviremos siempre en la vigilia.

 

No soy tu general, ni soy tu niño,
ni te ordeno, ni acato tus maneras.
En tranquilidad quiero estar contigo.

 

Solo pido respeto y tu cariño,
en la casa te ayudo cuando quieras,
soy tu esposo mujer, no tu enemigo.

 

Alex Smith

 

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Soneto veinticinco

 

“Soy tu esposo, mujer, no tu enemigo”
-dices- amurallando la ternura
y bordeando el dintel de mi figura
hasta cortar mi aliento con tu abrigo.

Sé que con mis demandas te atosigo
y que tus alas buscan nueva altura;
si amarme es negociar con la locura,
aquí en mis pechos busca tu castigo.

No hay beso prolongado hasta lo eterno,
hasta el más bello gesto luego agota...
¿Quién puede retener la primavera?

No llevas tú el timón ni yo gobierno,
bebamos del amor gota tras gota
antes que el tiempo anegue nuestra hoguera.


 

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Soneto veintiséis 

 

"Antes que el tiempo anegue nuestra hoguera"...
¿no ves que todavía en él me anego,
buscando tu calor, mirando ciego,
doliendo sima en lo que fue cimera?

 

Después de tanto amor, de tanto apego,
de tanta llama incólume, quién fuera
a inferir un final de esta manera,
mirando triste la vejez del fuego...

 

Está la noche a nuestra luz venciendo,
démonos tregua del insulto. Un toldo,
por que este tiempo no lo apague, hagamos.

 

Venzamos con silencio tanto estruendo,
recordando a la luz de este rescoldo
que, felices, un día, nos amamos...

 

Roberto Francisco Almeyda Rospigliosi

 

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Soneto veintisiete

 

"Que, felices, un día nos amamos... "
Si me voy a esos tiempos, la sonrisa
se me adhiere a los labios. Tanta prisa,
la rutina y la rabia son los amos

que nos atan, cariño. Pero, ¡vamos!,
aunque no podré nunca ser sumisa,
soy la misma con voz de pitonisa
que una vez te encantó. Si nos miramos

como niños, capaces del asombro,
que se olvidan de ofensas y, en su juego,
convierten lo pasado en carcajadas,


puede ser que de todo nuestro escombro
armemos otra torre que, sin ego,
devuelva la ternura a las miradas.

 


 

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Soneto veintiocho

 

¿Devuelva la ternura a las miradas?,
me dices, emplazándome a la gloria.
Soy bizco, te lo sabes de memoria,
y el héroe de las testas coronadas

 

que siempre ha sucumbido a tus llamadas
y atiende a tus caricias con euforia.
En cuanto a compartir, otra es la historia.
Los hombres, lujuriosos, en manadas,

 

acuden como locos a tu lado,
lo entiendo, tu belleza incomparable
es mucho para el simple aficionado,

 

y, acaso, me resulte detestable
fingir, como un pimpollo ilusionado,
que no soy un felpudo miserable.

 


 

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Soneto veintinueve 

 

!Qué no soy tu felpudo miserable
ni soy tu marioneta, so demente!
Conmigo todo es claro, diferente,
no busco tu limosna lamentable.

 

Si quieres que me sienta yo culpable
del circo que has montado de repente
tendrás que ser cabal y consecuente
y no un niño pequeño irresponsable.

 

A mí no me provoques, ten cuidado,
no juegues con mi lado más sensible
ni quieras gobernar mi corazón.

 

Tu sabes que te quiero demasiado,
mi amor es un amor irrepetible.
!Ya quítate la venda, cabezón!

 


 

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Grupo, Malditos Bastardos
Marzo 2018


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