domingo, 29 de septiembre de 2019

Basura - Corona de Sonetos



Corona de Sonetos- Grupo poético: Malditos Bastardos


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Soneto Madre

Soy carne de presidio: un desalmado,
un crápula, un psicópata evidente.
Disfruto el sufrimiento despiadado.
Me excito cuando agredo al inocente.

Profeso una absoluta antipatía
por la gente sencilla y bondadosa.
Mi puñal no conoce la empatía
cuando manda sus huesos a la fosa.

Los impulsos son flashes de locura
que me alejan del mundo de los vivos,
donde abrazo el estado lamentable.

Soy carne de cañón, una basura;
el sádico de instintos destructivos,
pues del mal que me acusan soy culpable.

María Rosales Palencia
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 .
Soneto I

Soy carne de presidio: un desalmado.
Y no es por presumir, pero te juro
que soy lo que se dice un tipo duro,
cuidado, pues, conmigo, ten cuidado.

Que aquí donde me ves, tan, tan tirillas,
no te engañen mi flacas apariencias
o sufrirás graciosas consecuencias
si te quedas, de un golpe, sin rodillas.

Sigue adelante, sigue, sigue, sigue,
y no mires atrás, mi buen pimpollo,
que, aunque soy tolerante y transigente,

sé que tú no querrás que me prodigue:
soy el rey en el reino del mal rollo,
un crápula, un psicópata evidente.

Reyes Ferrandiz
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Soneto II

Un crápula, un psicópata evidente,
lo afirmo, lo atestiguo, y es mi orgullo,
el veneno en mi acento es perogrullo,
es mi faz una máscara sonriente.

Sobrevivo lamiendo del creyente
su inocencia, su rabia, soy capullo
de flor envenenada. Me harás tuyo,
succiono el bravo ser del inconsciente,

como muere el Demonio en su batalla,
como el héroe inhumano que suspira
por tener el Averno por reinado.

Contemplo el Mundo desde mi atalaya
y mientras la miseria brama y gira
disfruto el sufrimiento... despiadado.

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Soneto III

Disfruto el sufrimiento despiadado
de quien sufre y no emite ni una queja,
clavo el puñal con gesto atribulado,
bajo el perfil de una inocente oveja.

Pobre del que me mire con reproche,
del que cuestione mi mirada errante,
pues no hallará la paz; a troche y moche,
trituraré su esencia petulante.

Porque soy simplemente como soy,
porque ningún sedante me controla
ni hay camisa de fuerza aquí, en mi mente;

lo que el mundo me dio al mundo le doy.
Me divierte la destrucción, me mola,
me excito cuando agredo al inocente.

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Soneto IV

Me excito cuando agredo al inocente
que va con devoción de perro muerto
al lastre de curriculum desierto
y vive del trabajo de la gente.

Sin dar un palo al agua, este demente,
deja toda mi rabia al descubierto
y al que veo tumbado, boquiabierto,
lo pateo con saña fríamente.

A esta especie de atún, que come, nada
en la nada, se ríe ante mis ojos
con la bobalicona picardía

que toca los cojones, educada,
y me obliga a tragarme sus abrojos,
profeso una absoluta antipatía.

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Soneto V

Profeso una absoluta antipatía
por el mundo obsoleto, que persiste
en seguir el legado que tú hiciste.
Con tu marca certera gravaría

para siempre la vida por tu entorno,
eres mala persona porque matas,
sin piedad por venganza me arrebatas,
con tus manos la sangre sin retorno.

Y tu cara se tiñe color rojo,
no se calman tus ansias tan atroces
cuando nadie te ve en tu fría losa.

Te miras en tu espejo sin sonrojo,
sin sufrir con maldad, sin que solloces
por la gente sencilla y bondadosa.

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Soneto VI

Por la gente sencilla y bondadosa,
soy capaz de envolverme en su regazo,
abarcarles con fuerza en un abrazo...
y observarles con calma contagiosa.

El momento, sin duda tenebrosa,
me conforta esgrimiendo tal chispazo,
que lo tomo, lo siento y lo disfrazo
de labor comedida y pretenciosa.

Mas sabrán por mi forma de mirarlos
que no deben mirarme con falsía,
pues mis ojos les miran por salvarlos.

Sin embargo, si observo fechoría,
hasta puedo los suyos, arrancarlos...
¡Mi puñal no conoce la empatía!.

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 .
Soneto VII

Mi puñal no conoce la empatía,
se me ajusta a la mano como el guante;
y hoy me da lo que ayer me prometía:
esa sangre que el pecho palpitante

del carisma sereno del espanto
en mis lánguidas sábanas derrama.
Las salíferas lágrimas del llanto
enaltecen el son de mi proclama.

Y esta daga, profética e impura,
me concede la calma perniciosa
bendito candor en la amargura.

del postrero estertor de la orgullosa,
en su ascética y mística ventura,
cuando manda sus huesos a la fosa.

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Soneto VIII

Cuando manda sus huesos a la fosa,
maneja tentaciones por antojo,
a pesar de tener tan solo un ojo,
rasgado como chino de Formosa.

De noche la proclama tan hermosa
que la piel se la pinta en tono rojo,
alguno de sus miembros queda cojo,
alas rotas de tierna mariposa.

Sí, le "come la bola" con sus cuentos,
sentada sobre un potro de tortura,
se llena su poema de lamentos.

Sí, se vacía el alma de cordura
y comienza a tejerlo sin acentos,
los impulsos son flashes de locura.

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Soneto IX

Los impulsos son flashes de locura
que me dan energía incomparable,
de Satán heredé genio y figura,
les juro que no soy recomendable.

No soy bueno, lo sé, ni lo pretendo,
soy peor que el peor de los humanos
y a veces ni yo mismo me comprendo.
Al ver correr la sangre por mis manos

se me sube a millón la dopamina
y celebro la vida, y esta suerte
de lograr tantos actos delictivos.

Soy adicto a este “rush” de adrenalina
y a los pactos que llevo con la muerte
que me alejan del mundo de los vivos.

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Soneto X

Que me alejan del mundo de los vivos,
con un pálido manto de tristeza,
los que rezan sus penas, los cautivos,
tras el corazón yerto en la maleza.

Que no quede testigo de mi crimen
sobre la oscura llama del infierno,
que hasta los ángeles caídos gimen
en las frías mañanas del invierno.

Yo soy perseverante en mi declive,
basura reciclable de hedor fuerte,
con un brillo en mis ojos insaciable.

Y reniego del Dios que en mí pervive
por no dejar, querida, de quererte
donde abrazo el estado lamentable.

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Soneto XI

Donde abrazo el estado lamentable,
es en el batallar con los “malditos”;
pues me nace el impulso incontrolable
de darle a más de alguno cuatro gritos.

¿Cuatro gritos tan solo? ¡Clamo al cielo!
Me están endemoniando los "bastardos"…
Voy a dejar a todos sin un pelo,
y a ponerles un saco de petardos.

Yo que a nadie le tuve nunca inquina.
y jamás en la vida un plato he roto…,
me he vuelto más remalo que la quina,

pues con tan solo olerlos me alboroto.
Lo mío, ya lo veis, no tiene cura,
soy carne de cañón, una basura.

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Soneto XII

Soy carne de cañón, una basura,
cachorro de las calles oriundo.
Me teme por el barrio todo el mundo
por llevar el bardeo en la cintura.

No hay quien me tosa. Soy un caradura.
Yo voy de frente y nunca me confundo.
Si me miras de lado, desenfundo
y te abro en el costado una hendidura.

Las mujeres me odian o me aman;
pero yo siempre paso de las pibas.
En la comisaría me reclaman

porque vendo sustancias adictivas;
tengo de mote en todos sus archivos :
el sádico de instintos destructivos.

Juan Miguel Portillo
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Soneto XIII

El sádico de instintos destructivos
que inocula veneno en el ambiente
con obscenos y más que repulsivos
instintos de maniático demente.

Soy el mugriento anfibio que se arrastra
por los muros de estiércol del suicida
bailando con la muerte; la madrastra
infiltrada en la piel del genocida.

Me reservo el derecho a la tortura
con toda la crueldad de que dispongo,
blandiendo mi genoma indeseable.

Y me entrego al festín sin desmesura,
cuyo placer impúdico prolongo,
pues del mal que me acusan soy culpable.

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Soneto XIV

Pues del mal que me acusan soy culpable
tan solo por cortar siete cabezas,
mas debo de decir que fui amable,
las hornee con zumo de cerezas.

Jamás descuarticé aquellos troncos,
intactos los colgué con mis cordones,
me hundí no sé por qué en sollozos broncos
al verlos orear como jamones.

Ahora en la prisión me veo débil,
un detalle importante lo olvidé:
¿Desde cuándo un jamón no está salado?

Hoy tengo el corazón cansado y flébil,
las chichas sin salar allí dejé,
soy carne de presidio: un desalmado.

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 Grupo poético: Malditos Bastardos
22/ 9/2019


jueves, 19 de septiembre de 2019

Sombría soledad (Corona de Sonetos)



CORONA DE SONETOS: Grupo "Malditos Bastardos"


Soneto madre

A solas con mi propia soledad,
arrastrando la cruz de mi calvario,
una noche de fiera oscuridad
me adentré por un bosque solitario.

El viento entre los árboles gemía,
esparciendo lamentos de alma en pena.
Un helor por mi médula subía
cercenando el latido de mi vena.

Con el horror cuajado en la mirada,
vi surgir de las sombras su figura
con la muerte pintada en el semblante.

Era mi soledad amortajada,
mostrándome la negra sepultura
de este mi corazón roto y sangrante.

Carmen Aguirre
………............................

Soneto I

A solas con mi propia soledad,
deambulo en las sombras del destino
tratando de entender la adversidad
que circunda y se mete en mi camino.

Mas pienso que mi sino está marcado
con espinas y púas de dolores,
que me impiden vivir como he soñado
disfrutando la vida y sus colores.

El hedor del silencio me amortaja
y mi faz se ennegrece de tristeza
mientras hago bosquejos en mi diario.

Mi soma se lamenta y resquebraja
y mi mente se pierde en la maleza,
arrastrando la cruz de mi calvario.

Isa Terenzano
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Soneto II

Arrastrando la cruz de mi calvario
susurrantes lamentos solos fluyen
y momentos divinos de mi huyen,
¡el olvido es un sádico sicario!

En mis manos estrujo tu rosario,
el silencio y tristeza nos recluyen;
corazón, con tus lágrimas diluyen
a mi cuerpo que yace en el santuario.

En ausencia agoniza la esperanza
el infierno que vivo por ruindad,
mas a solas, el tiempo ya se afianza

a mi carne en intensa cruel frialdad
y en espacios callados, sola avanza
una noche de fiera oscuridad.

Magali A. Solorza
.......................................

Soneto III

Una noche de fiera oscuridad,
vestida con adornos infernales,
se acercó disfrazada de deidad,
la muerte, con sus gritos sepulcrales.

Y yo que cobardía no he sufrido
ni me asustan extraños esperpentos,
le hice frente, del todo convencido
que es mejor el valor que los portentos.

Me crucé la señal sobre mi frente
y supliqué a Jesús me protegiera
por la sangre que empapa su sudario.

Y sin pensarlo más , cual más valiente,
como alma que persigue su quimera,
me adentré por un bosque solitario.

Luis Salvador Trinidad
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Soneto IV

Me adentré por un bosque solitario
en medio de una noche tormentosa,
noche de espanto, noche tenebrosa,
sin una breve luz de itinerario.

Ya sólo escucho voces de ultratumba,
provenientes tal vez del propio infierno,
y ese rumor tan sordo que aún retumba
en mi profundo ser y fuero interno.

Y mis pasos buscaban la evasión ,
del oscuro y terrible laberinto
y el resto de la vida amanecía.

Y mientras en mi triste corazón
el vivir despertaba con su instinto,
el viento entre los árboles gemía.

…………………................

Soneto V

El viento entre los árboles gemía
en un tono de oscura pesadumbre,
como el tono de mi melancolía,
incapaz de ascender hacia la cumbre.

Dejé que me arrastrara como hoja,
como otra hoja seca a cualquier lado.
Abatida en la mísera congoja
me he vuelto un corazón deshidratado.

Ya no me quedan lágrimas ni puedo
encontrar compañía entre la gente
porque en mi sequedad ya soy de arena.

Y el tiempo pasa en vano y tengo miedo
de contagiar mi esencia penitente
esparciendo lamentos de alma en pena.

……………………..........….

Soneto VI

Esparciendo lamentos de alma en pena,
sembró mi corazón estéril huerto,
donde cumplió la estúpida condena
de seguir vivo, estando medio muerto.

Solo brotó carroña de la tierra
que se impregnó en mi piel y mis entrañas.
Me golpeaste el pecho, en son de guerra,
¡oh, cruda Soledad, que me acompañas!

Yo te llevé conmigo a hacer turismo,
colgada de mis hombros noche y día,
al infierno de no ser uno mismo,

donde la estancia es gélida y sombría;
y al coronar, por fin, aquel abismo,
un helor por mi médula subía.

………………………........

Soneto VII

 Un helor por mi médula subía,
un mordisco violento y sentencioso,
un puñal repentino y belicoso
me avisó de que pronto partiría.

Se pusieron en pie todos mis miedos
al caer por mi rostro un rojo llanto,
resbalaron las lágrimas de espanto
y sentía calambres en los dedos.

Fue mi tiempo, y la tierra no perdona.
Fue mi hora, y la muerte, una cabrona
que se quiso ensañar en la faena.

Tras romperme la piel con sus maldades,
me cortó el corazón en dos mitades
cercenando el latido de mi vena.

 ……………………............….

Soneto VIII

Cercenando el latido de mi vena,
bajo el ímpetu insulso de la duda
y la impávida luz del alma obscena,
me arrastra hacia el terror la daga aguda.

El impúdico rostro de lo abyecto,
melancólico, hostil, letal y flébil,
inyectando su tósigo de insecto,
despelleja mi cuerpo, mustio y débil.

¿Por qué el amor siniestro y pernicioso
que me condena al pánico solemne
no acepta el estertor de mi coartada

ante la soledad de mi reposo?
Ya duermo, entre las sombras de lo indemne,
con el horror cuajado en la mirada.

Marcos Circenses
...............................................

Soneto IX

Con el horror cuajado en su mirada
y ademanes de turbio atildamiento,
sutilezas de ninfa enajenada,
convidando a la risa o al lamento.

Me ofrecí siendo un ícaro a su hoguera
y así ser devorado en un minuto,
al pensar: sí, tal vez, quizá me quiera.
Remedé mi agonía en falso luto.

Aplicado a las rústicas ficciones
en el orbe argentino de la escarcha
del ocaso aprendí y el alma abjura.

Aún recuerdo, comunes devociones,
que en parada nupcial, fúnebre marcha,
vi surgir de las sombras su figura.

…………………….............….

Soneto X

Vi surgir de las sombras su figura
en el profundo abismo de mi cielo,
guardaba ella en sus pechos la amargura
mostrando sus encantos sin su velo,

y me envuelve un silencio tenebroso
bajo el cielo estrellado de su boca,
cuando el aullido escapa victorioso,
con la piel insinuante, ardiente, loca.

Que sea el firmamento, juez, verdugo,
por odiar la belleza de su piel
con los labios sedientos del amante.

Que quiebre la cadena de mi yugo,
con las manos hundidas en la miel,
con la muerte pintada en el semblante.

Manolo Gimeno Cervera
………………..................

Soneto XI

Con la muerte pintada en el semblante
y la angustia bullendo en mis arterias,
me quedé en una pieza aquel instante,
inmóvil, atacada por histerias.

Deshaciéndose en lágrimas mis ojos,
tratando de borrar de la memoria
la imagen que me hizo hincar de hinojos,
mi espíritu trató de ver la gloria.

Pero fue en vano todo. La verdad
era innegable en esas catacumbas
y nada se podía hacer ya. Nada.

No podía aceptar la realidad:
la que estaba enterrada entre las tumbas
era mi soledad amortajada.

Renata Guitart
…………………..............…

Soneto XII

Era mi soledad amortajada,
la oí roer mi fe con claro exceso,
y, en su voraz garganta despiadada,
selló el pacto de muerte con un beso.

Anhelo, juventud...,sueño incoloro,
todo ha logrado al fin desfallecer,
solo halla las cenizas de un tesoro
que ya no será nunca igual que ayer.

Y, así, mi espíritu batido en duelo,
deja caer su frente sobre el suelo
en su noche más lúgubre y oscura.

Mientras una ocre voz, un alma tuerta,
de un aciago escenario abre la puerta
mostrándome la negra sepultura.

Mardy Mesén  
………………..............…..

Soneto XIII

Mostrándome la negra sepultura
entre sueños de un céfiro latente,
pude ver la espasmódica fisura
que se abría y cerraba, intermitente.

Accedí a los oníricos conjuros
como quien se resigna al improperio
de consumir mortíferos sulfuros
que, intuyes, sellarán tu cautiverio.

Me arrastré vacilante hacia lo arcano
que aguardaba mis pasos aturdidos,
y supe del terror espeluznante.

Un temblor terrorífico y profano
sacudió los cimientos malheridos
de este mi corazón roto y sangrante.

Teresa Fernandez
..............................................

Soneto XIV

De este mi corazón roto y sangrante
del que antaño brotaron miel y alheñas,
azahares y un verso susurrante,
hoy se cuecen espartos de otras leñas.

Hoy me envuelve un entorno pavoroso,
hoy no sé si en compaña u orfandades
se recrea el cerebro caprichoso
e ignora si es real mi propio hades.

La sinuosa alimaña que me oprime,
(¿es quizá en lo oscuro o en la aurora?)
aniquila mi mente sin piedad.

Me atormenta, me roe y me suprime
en este mismo instante, inquisidora,
a solas con mi propia soledad.

…………………………….

 Grupo Poético: Malditos Bastardos
19 del 9 de 2019


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