jueves, 11 de octubre de 2018

El Terror (Corona de Sonetos 1)



Corona  de Sonetos Alejandrinos: El Terror (nº 1)
.
 Soneto madre

El silencio se rompe en la noche callada,
un indigno alarido, que en un eco resuena
pervirtiendo el reposo con su voz atiplada
como sombra que emana de una tumba gehena,


se desplaza en el éter y propaga el espanto,
destruyendo esperanzas, ambiciones y anhelos,
corrompiendo virtudes, como el pútrido manto
de una inquina malsana que maldice los cielos.


Desde el hórrido infierno, un terrible gemido
desespera el espacio, se fusiona al presente;
es un grito de angustia, pavoroso, homicida;


entre espasmos de ira, reverbera afligido;
una voz que espeluzna, turbadora y doliente,
augurando un futuro infernal, sin salida.


Marcos Circenses

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Soneto I
.
El silencio se rompe en la noche callada,
todo se hace penumbra por los alrededores,
se vislumbran derruidos estrechos corredores
y al final medio en ruinas una vieja portada.

Al atravesar ésta se advierte una enramada
con aspecto sediento, carente de verdores;
bajo cuyo tejido, miles de roedores,
especialmente ratas, sostienen su camada.

El sueño se prolonga, el terror va creciendo,
dado que, del refugio, más bichos van saliendo
y el entorno lindante de alimañas se llena.

Es un drama dantesco ver aquel espectáculo,
en tropeles saliendo a través del umbráculo
un indigno alarido que en un eco resuena.


Manuel Mejía Sánchez-cambronero

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Soneto II
.
Un indigno alarido, que en un eco resuena,
me avisó la llegada de un simún sahariano
resoplando su espanto y asiendo de su mano,
una mar montañosa que el ánimo enajena.

El bramido cerval, de tan voraz tormenta,
al bajel mutilaba mientras que ella crecía,
y en esa noche oscura a mi leño abatía…
cuando lo pilotaba en esa mar violenta.

Son trances que me exigen valor y pura raza
de nauta endurecido lidiando en lábil suerte,
en tamaña y perversa, atroz encrucijada.

Y fue en su bramar, álgido, de máxima amenaza,
que vi la aviesa faz difusa de la Muerte
pervirtiendo el reposo con su voz atiplada.


Francisco Martin

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Soneto III
.
Pervirtiendo el reposo con su voz atiplada,
el maldito fantasma de un holandés errante,
se creía el ombligo de su mundo pedante,
el discurso iracundo se perdió en la cañada.


Condenado por siempre a vagar en la nada,
a gritar su sentencia en un mar inconstante,
el velamen, quemado, sin ningún tripulante,
por matar al albatros, de virtud confesada.


Aullará su dolor al océano inmenso,
reflejando el perfil de las almas en pena,
en el agua tranquila, con vapores de incienso,


esperando el perdón, es pesada cadena.
Y la arrastra, oxidada; su chirrido es intenso,
como sombra que emana de una tumba gehena.


Antonio Roman Quesada

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Soneto IV
.
Como sombra que emana de una tumba gehena,
envolviendo en su seno el espectro del mal,
crece un frío rugido, un clamor que envenena,
parecido al chillido de un extraño animal.

Sabe a cruel sacrificio, a una ofrenda maligna,
un regalo a los dioses por calmar tempestades
que recorren las calles de una tierra, ahora indigna,
donde rigen la vida las peores maldades.

Ya no hay día ni noche, solo un negro crepúsculo
que alimenta las horas en la esfera del miedo
y congela en el rostro un febril desencanto .

Se respira un hedor nauseabundo y mayúsculo,
y el lamento continuo, transformado ahora en credo,
se desplaza en el éter y propaga el espanto.

Tere Bas


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Soneto V
.
Se desplaza en el éter y propaga el espanto
con su fétido aliento y su ciega locura,
desatando los miedos, el dolor y el quebranto,
en esta aciaga noche, en esta noche oscura.

Las garras invisibles del átomo infernal
como sombras siniestras de un poder corrosivo,
se extienden por las ondas del viento sideral
dejando tras de sí su manto radioactivo,

donde solo los muertos recorren las aceras
de una ciudad que yace bajo el silencio mudo
de las dolientes almas que pueblan mis desvelos.

El eco de sus voces retumba en las vidrieras,
donde aguarda la muerte con su hedor tan agudo,
destruyendo esperanzas, ambiciones y anhelos.


Mari Carmen Rodríguez Camargo

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Soneto VI
.
Destruyendo esperanzas, ambiciones y anhelos
con la falsa amenaza de un eterno castigo,
la horrible religión, ¡pongo a Dios por testigo!,
nos llena la cabeza de estúpidos camelos.

Sufrirás mil tormentos, quemarán tus entrañas,
y serás condenado por profetas ineptos
si no sigues fielmente sus absurdos preceptos
o si pones en duda sus risibles patrañas.

Semejándose al manto de Acán, el de Judá,
los ministros de Dios ven lingotes de oro
que envuelven con su labia y verbo sacrosanto.

Con la ingenua promesa de un burdo “más allá”,
transitan por la vida mintiendo sin decoro,
corrompiendo virtudes como el pútrido manto.


Rufino Garcia Alvarez

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Soneto VII
.
Corrompiendo virtudes, como el pútrido manto
que se pega a la piel violento y presuroso.
El ocaso moría, la noche trajo el llanto,
bajo el astro sangrante, intrépido, fogoso.

Con rostro de desdicha, con temor a la vida,
huimos frente al alba , sin leyes, sin mordaza,
allá, donde la mar dio su fuerza a la herida.
Llegó la primavera con dientes de tenaza

abrazando la tierra, al hombre, su latido.
Oh, amor, y nos quisimos a la luz de la luna,
sin memoria, sin nombre, sin reproches, sin celos.

En el silencio oscuro donde vivió el olvido,
las aguas de los ríos tenían la fortuna
de una inquina malsana que maldice los cielos-

Manolo Gimeno Cervera


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Soneto VIII
.
De una inquina malsana que maldice los cielos,
el horror de vivir como cruel atavismo:
que la mente es un fuego vencedora de hielos,
y es tan frágil la forma que nos da el organismo.

La verdad y el deseo van al par paralelos,
sin tocarse prolongan un absurdo cinismo:
para nada se nace, esquivando escalpelos ,
para nada se vive, y se muere lo mismo.

Que de todo lo amado el destino celoso
con monstruosos tentáculos avariento se apropia
con ahínco sutil pero ininterrumpido.

¡Por qué el tiempo se ensaña con lo noble y hermoso,
y nos deja un remedo y nos manda una copia
desde el hórrido infierno!...Un temible gemido.


Roberto Francisco Almeyda Rospigliosi

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Soneto IX
.
Desde el hórrido infierno, un terrible gemido
va nutriendo el entorno con un miasma mortal;
se quebranta el silencio por el grito oprimido
que restalla sajando toda paz terrenal.

Cadavéricas manos del erial deslucido
se revelan con saña, ya macabra, abisal.
Entre sombras oscuras del ocaso dormido,
amedrenta el cetrino de su faz espectral.

Y levitan sedientos irascibles flagelos,
que alimentan con sangre un delirio inminente,
y provocan al ser tan profundos recelos.

Toda lid es el hueco de otro muerto viviente,
mutilado, sin paz. Y el clamor de los duelos...
desespera el espacio, se fusiona al presente.


Miriam Chamba

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Soneto X
.
Desespera el espacio, se fusiona al presente,
sale de sus entrañas el horrible alarido
que, salvando distancias, se mezcla entre la gente
y a sus dioses invoca con un mortal sonido.

Igual que un muerto en vida salido de su fosa,
errático y a tientas, avanza paso a paso,
amedrantando al susto con su faz horrorosa
y las manos crispadas por no ver el ocaso.

Se dirige hacia el río con el miedo en los ojos,
su mirada refleja la ansiedad y el tormento,
y en su mente persiste la amenaza suicida.

Es la muerte que busca sus míseros despojos,
es un dolor que quema con su asqueroso aliento,
es un grito de angustia, pavoroso, homicida.

Belen Torres


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Soneto XI
.
Es un grito de angustia, pavoroso, homicida
-agónico preludio de un tétrico escenario-;
el cántico funesto de un ánima afligida
que a media noche entona su réquiem funerario.


Los lúgubres arpegios de un arpa enmohecida,
declaman los versículos de un yermo poemario;
y el arácnido espectro, que en nuestra psique anida,
nos envuelve en las sombras de un siniestro sudario.


En los góticos claustros de un espacio intangible,
las cítaras recitan poemas de Petrarca.
El llanto de un laúd en un tono inaudible,

presagia que se acercan los pasos de la Parca...

Y un fúnebre ciprés por el pánico herido,
entre espasmos de ira, reverbera afligido.


Azarías DLeyre

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Soneto XII
.
Entre espasmos de ira, reverbera afligido
el recuerdo que unía tu caricia a mi espalda,
hoy me aterra pensar que tu dulce guirnalda
se refugia en las manos de un callado silbido.

Si encuentras mi sepulcro de un puñal, malherido,
de verde esperanzado, de color esmeralda,
esparce mis cenizas en tu egregia giralda,
pues tu olvido me mata y hasta tiemblo aterido.

Hoy la noche no acaba, se ha vestido de eterna,
agitando sus huesos, me seduce vehemente
y me besa en los labios, es la muerte más tierna.

Es el trance que anhelo, el deceso emergente,
pues sin ti solo puebla mi sombría caverna
una voz que espeluzna, turbadora y doliente.


Carlos Corredor Camara

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Soneto XIII
.
Una voz que espeluzna, turbadora y doliente,
de repente se escucha entre viento y penumbra…
¿Y de dónde proviene si no hay forma aparente?
Va creciendo la sombra, ¡qué pronto se vislumbra!


¿Qué será lo que pide su gemido, su ruego?
¿Hay acaso sentido en vagar dando gritos?
¿Ha perdido su norte? ¿Será que quiere juego?...
Se escapó del infierno, va buscando malditos


que se burlen del miedo, que se rían de todo,
y se lleva sus almas de sonrisas eternas
al rincón tenebroso de su oscura guarida


donde roba sus voces (nadie conoce el modo)
y las suma a la suya, las enreda en sus piernas,
augurando un futuro infernal, sin salida.


Helena Restrepo

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Soneto XIV

Augurando un futuro infernal, sin salida,
el engendro destruye nuestro mundo imperfecto,
tras las armas letales, la mirada podrida,
y el hedor implacable de su pálpito infecto.

No se ablandan sus fuerzas por el cruel estropicio
ni al quemar los desiertos o arrasar multitudes,
pues parece que el ente se lo pasa de vicio
y disfruta el bastardo con sembrar ataúdes.

Es la tierra en sus manos una trémula presa
porque yace ante el necio que del cosmos regresa
y agoniza entre el fuego al quedar desgarrada.

A través del reguero de la sangre que brota,
de los mudos lamentos de la atmósfera rota,
el silencio se rompe en la noche callada.

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María Rosales Palencia
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Grupo Poético "Malditos Bastardos
10/octubre/ 2018

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