viernes, 10 de agosto de 2018

La Garra del Terror -- Corona de Sonetos nº 2



Soneto Madre
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En la angustia insondable de la casa de enfrente,
ha crecido la espina del terror del momento;
un racimo de miedos me congela la mente
porque surge una mano que me corta el aliento.
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Es horrible el reflejo del cristal desolado,
la violencia se expande tras el hondo alarido
cuando observo las sombras y me quedo clavado
mientras tiemblan mis huesos del horror desmedido.
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No sé bien si son cuerpos de fantasmas letales,
si respiran las almas de la saña sombría;
la maldad va sembrando su sangrante locura.
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Alimentan la escena con augurios mortales,
se convierte en penumbra la esperanza del día:
ha llegado el ocaso de infinita negrura.
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María Rosales Palencia
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Soneto I
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En la angustia insondable de la casa de enfrente,
adereza la noche su comparsa terrosa
y el misterio del mundo como empacho se siente
en la agónica furia de la imagen vidriosa.
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Un puñal en el ojo del idólatra enano
y la sangre que mana de la boca cruenta
por el suelo de arena con dolor soberano
en el grito de miedo que ha infringido la afrenta.
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El maullido asesino de la gata de luna
yo no digo que sea sino mala fortuna.
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El espíritu llama en el tiempo a la orilla
con unción oscilante entre agrado y tormento.
En la magia que acosa y con saña acuchilla,
ha crecido la espina del terror del momento.
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Enrique Sabaté
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Soneto II
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Ha crecido la espina del terror del momento,
mi cordura levita de modo discordante;
me acerco a esa fachada y, en mi frágil intento,
ausculto el halo inmóvil de un pálido semblante.
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Se me ha helado la sangre, decido ir avanzando
para enfrentar al ente de aquel siniestro ojo...
"¿Quién eres? ¿Di tu nombre? -quizá voy delirando...,
un Padre Nuestro rezo para alentar mi arrojo.
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¡Heme aquí, triste bestia!, ¿qué duelo te perturba?
-grito al claustro maldito mientras busco una cruz-.
¡Abdica de las sombras, oh espíritu doliente!"
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Entro en su laberinto y una rabiosa turba
de negros pensamientos me arrastran a trasluz...,
un racimo de miedos me congela la mente.
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Mardy Mesén Rodríguez
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Soneto III
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Un racimo de miedos me congela la mente
al inhalar el éter de un sórdido escenario
-que los ojos no ven, pero el alma presiente-,
y la sombra del pánico me envuelve en su sudario.
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Del inmenso vacío de la noche silente,
surge el tántrico aullido de un espectro estepario
que cercena los pulsos del órgano latente
con el sádico alfanje de un gélido sicario.
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Hay noches que los sueños zozobran en la arcilla
de un piélago escarlata que eclipsa el horizonte,
y un idilio de amor se torna en pesadilla.
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La luna va en la barca del pérfido Caronte;
y el vértigo me impide gritar su nombre al viento,
porque surge una mano que me corta el aliento.
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Azarías DLeyre
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Soneto IV
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Porque surge una mano que me corta el aliento,
una mano infernal que me abruma y espanta
y un gélido terror por la médula siento
al ver la negra sombra que, ante mí, se levanta.
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La implacable maldad del espíritu impuro
me envuelve en el hedor que exhala de sí mismo,
arrastrándome al reino donde reina lo oscuro
para hundirme en el fondo del más profundo abismo.
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Nada valen los llantos ni ruegos ni oratoria…,
al pavoroso Tártaro me lleva sin piedad,
con las almas que penan, toda la eternidad,
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entre crueles tormentos, sin luz ni escapatoria.
Y, ante el dolor inmenso del gemir desgarrado,
es horrible el reflejo del cristal desolado.
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Carmen Aguirre 

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Soneto V
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Es horrible el reflejo del cristal desolado,
horrible la tenaza que congela ese grito
en la muda garganta de un gorrión silenciado.
Es horrible sentirse cercano al infinito,
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teniendo la certeza de un amor trastornado
que quiso regalarte tristes pies de granito,
velos para tu rostro, despotismo afilado
y una trama de sangre con suplicio exquisito.
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Me llena de pavor el pavor que transpira
el objeto que brilla con los rayos del astro,
y mis ojos persiguen el fulgor de su rastro,
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que rebota en mis sienes atrapando el sentido.
Y, mientras me deshago de impotencia y de ira,
la violencia se expande tras el hondo alarido.
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Inmaculada Nogueras Montiel
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Soneto VI
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La violencia se expande tras el hondo alarido
de una boca sin lengua, de una faz repugnante,
de un cariado esqueleto, tétrico, horripilante,
que con lúgubres gritos va buscando marido.
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A la difunta Elvira contemplo estremecido,
vagando entre las tumbas invocando a su amante.
Detrás, entre las sombras, a la dama flotante
la siguen cien espectros con fúnebre sonido.
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Se aproximan danzando -espectáculo horrendo-,
me empujan a una tumba en el suelo excavada,
me llaman Montemar, y estoy tan asustado
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que no atino a decirles que se están confundiendo,
y al corazón mi sangre ya llega coagulada
cuando observo las sombras y me quedo clavado.
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Rufino Garcia Alvarez
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Soneto VII
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Cuando observo las sombras y me quedo clavado,
contemplando el puñal que ha causado la herida
el alma me tirita, pensando que el pecado
derrota a la virtud y ha segado otra vida.
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Y eso es sólo un ejemplo, porque si miro el mundo,
todo es muerte y es guerra, ambición y codicia,
que desatan en mí el horror más profundo
al pensar que, de joven, aposté por justicia.
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Ya no hay humanidad, es sólo una palabra
que construye un relato, pasto de malnacido
que come posverdades, esa broma macabra
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de convertir el marketing en puro sinsentido.
Ruego a cielos e infiernos que el alma se me abra,
mientras tiemblan mis huesos del horror desmedido.
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Ricardo Fernández Literatura
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Soneto VIII
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Mientras tiemblan mis huesos del horror desmedido,
siento un dardo punzante perforando mi templo,
el dolor cobra vida porque es largo el gemido
que producen los filos del terror que contemplo.
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Donde quiera que voy, la quietud se me estruja
al mirar el celaje del fantoche que aterra,
porque toda esperanza hacia el infierno empuja
y resquebraja el arco del cielo y de la tierra.
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De día, yo imagino que estoy venciendo al ogro,
el que en sus labios puso sonrisas espectrales
para mofarse siempre de lo que nunca logro.
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Mi miedo y mi valor se enfrentan cual rivales,
y, al ver los paroxismos del eco que malogro,
no sé bien si son cuerpos de fantasmas letales.
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Amelia Blanchard
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Soneto IX
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No sé bien si son cuerpos de fantasmas letales
o es la Luna que gime sobre los nubarrones,
¿será el viento que busca entre los matorrales
las quejas de los hombres muertos sin corazones?
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Cuando la sombra duerme, teje un velo de araña
y la vida se escapa en medio de un suspiro
por la mano sangrienta que empuña la guadaña,
mostrando sus encantos, tal cual como un vampiro.
.
Pon la mano en mi pecho y acalla el corazón,
duerme, duerme, mi niña, que la noche bosteza.
Tendidos en el lecho, con la memoria fría,
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cargados de tristeza, no hay llanto sin perdón.
Mañana marcharás, al alba, con nobleza,
si respiran las almas de la saña sombría.
·
Manolo Gimeno Cervera
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Soneto X
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Si respiran las almas de la saña sombría,
y el espíritu hambriento del dolor amanece,
una mano en las sombras, misteriosa e impía,
mi garganta aprisiona, y hasta el aire perece.
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Una daga invisible me secciona el costado,
un suspiro de nieve me palpita en la arteria,
y de pronto me encuentro recorriendo el pasado
y me nutro del lodo, de basura y miseria.
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El polar alarido del pavor se condensa,
y una voz agitada reverbera imponente
en el hueco que acoge a la noche futura.
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Irreal, angustiosa, deleznable e inmensa,
como grama se expande la negrura consciente,
la maldad va sembrando su sangrante locura.
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Mar Garcia
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Soneto XI
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La maldad va sembrando su sangrante locura
y un frío muy intenso se cuela en las hendijas
de la casa invadida por la figura oscura
que remueve mi mente con sus dedos de lijas.
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El espanto me cierne con su olor a inframundo
y mis ojos se nublan ante tal esperpento,
que osa interrumpir con su resollo inmundo,
regurgitando miedos de un pasado sangriento.
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La noche me acurruca y gritos lastimeros
salen de mi garganta de fondos abismales
ante la vil presencia de tonos lisonjeros.
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Mi corazón se inunda de sonidos fatales
y tiemblo con denuedo. Los ruidos agoreros
alimentan la escena con augurios mortales.
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Isa Terenzano
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Soneto XII
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Alimentan la escena con augurios mortales
y requiebran los huesos los horrendos temblores,
y en el aire se espesan nauseabundos olores
afectando la psique y las fosas nasales.
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Con un grito espantoso, directo del infierno,
horrible ánima en pena anuncia su presencia,
cubierto de gusanos y grosa pestilencia
e implora nuestras preces y cualquier acto tierno.
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Las sombras que acompañan al desgraciado espanto
se mueven lentamente asfixiando las luces,
tras ellas va el espectro arrastrado, de bruces,
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confundiendo su grito en carcajada y llanto.
Y, en el acto que causa súbita cobardía,
se convierte en penumbra la esperanza del día.
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Luis Salvador Trinidad 

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Soneto XIII
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Se convierte en penumbra la esperanza del día
y comienza el espanto a escalar la garganta;
por do quiera que fuese, una gris letanía
acelera el rebato de un terror que ataranta.
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Un fantasma germina entre grietas y enseres,
deslizando sus dedos, de semblante grotesco,
por las amplias paredes; va clavando alfileres
en mi vientre desnudo, aterrado y dantesco.
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Corpúsculos furtivos derraman infrarrojos
en mi cuerpo entregado al poder de Luzbel,
y brota de mis cuencas una lágrima impura.
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Enmudece el cerebro, se amedrentan los ojos;
ha llegado el infierno con su oscuro burdel;
ha llegado el ocaso de infinita negrura.
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Teresa Fernandez
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Soneto XIV
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Ha llegado el ocaso de infinita negrura
a decirme que deje de rendir pleitesía
al silencio que acecha tras la vana conjura
que conforma el futuro en su lenta agonía.
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Ha venido a llevarme a los vastos abismos
del horror y el martirio, donde seres grotescos,
maldiciendo la vida del creador de exorcismos,
me señalan y muestran sus salones dantescos.
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Cuando crujen mis huesos y el dolor se acrecienta,
mi contigua morada se disipa imprudente,
ni un rescoldo de anhelo, ni un resquicio me orienta,
.
y me entrego al tormento, al suplicio inminente.
De mis flácidas carnes la maldad se alimenta
en la angustia insondable de la casa de enfrente.
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Marcos Circenses
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Grupo "Malditos Bastardos"
10/ 8/ 2018

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